Conocido también como síndrome de enclaustramiento, el cerebro es capaz de recibir tanto las señales somáticas como las sensoriales (dolor, cambios de temperaturas, etc.), pero no puede mandar órdenes al organismo. La comunicación se circunscribe exclusivamente al movimiento de los párpados.
Un claro ejemplo de este síndrome del cautiverio lo tenemos en la película La escafandra y la mariposa. Una cinta en la que se narra el síndrome que sufrió el editor jefe de la revista Elle, Jean Dominique Bauby, quien tras un infarto cerebral en 1985 su cuerpo quedó completamente inmovilizado, a excepción del párpado izquierdo.
La película, basada en hechos reales, muestra el afán de superación de Bauby, quien fue capaz, a través de un sistema especial de letras, de escribir un libro solo con sus parpadeos. Libro que, precisamente y bajo el mismo nombre, dio origen a la película y que fue publicado en 1997.
Síntomas del síndrome del cautiverio
Los síntomas del síndrome del cautiverio son fácilmente apreciables a simple vista. La persona que lo sufre padece de tetraplejia e incapacidad para articular palabra. Sin embargo, las funciones cognitivas de su organismo no se ven afectadas, por lo que la corteza cerebral y el tálamo funcionan.
El inconveniente es que el cuerpo puede recibir los estímulos externos y procesar toda la información que le llega, pero no es capaz de responder a ellos. De ahí deriva precisamente el nombre de síndrome del cautiverio o síndrome del enclaustramiento.
De alguna manera, se puede decir que este síndrome tiene similitudes con el estado de coma, ya que la persona no es capaz de responder a pesar de estar consciente. La única diferencia es que, en el caso del síndrome, se pueden mover los párpados y en ocasiones los ojos hacia arriba y hacia abajo. De no ser por estos movimientos, el médico podría creer que el paciente está en coma.
Causas del síndrome del cautiverio
En el síndrome del cautiverio aparecen dañados diferentes sectores del encéfalo inferior y el tallo cerebral, no así el encéfalo superior. Las causas que pueden derivar este estado son múltiples (Bauby, el protagonista de La escafandra y la mariposa, sufrió un infarto cerebral).
Las personas que padecen un síndrome del cautiverio pueden haber sufrido lesiones encefálicas traumáticas, alguna enfermedad del sistema circulatorio, algún tipo de sobredosis de medicamentos que le haya propiciado daños en el cerebro o a las neuronas o un accidente cerebrovascular, especialmente en la arteria basilar.
La lesión cerebral que da lugar a este síndrome se produce en el tronco del encéfalo, más concretamente en la protuberancia. La parálisis motora generalizada y el control horizontal de la mirada tienen lugar a raíz de la ruptura de las fibras nerviosas. Una ruptura que, en buena parte de los casos, se produce tras un accidente cerebrovascular o un ictus, un traumatismo craneoencefálico o un tumor.
Dependiendo de las causas, el síndrome del cautiverio puede llegar a ser crónico o transitorio, siendo este último caso el más benigno ya que el paciente podrá ir recuperando poco a poco las funciones.
Tratamiento del síndrome del cautiverio
En la actualidad, el síndrome del cautiverio no tiene un tratamiento o una terapia que permita su curación. Tan solo podrá apreciarse mejoría en el estado si se trata de un síndrome transitorio.
El tratamiento apenas podrá basarse entonces en tratar de mantener al paciente con vida. Hay que prestar especial cuidado a que pueda respirar y alimentarse a través de una sonda. Además, se suelen emplear técnicas de fisioterapia para evitar las complicaciones derivadas de la ausencia total de movimiento.
Por otro lado, se busca que el paciente pueda comunicarse con su entorno a partir del movimiento de los ojos o el parpadeo, similar a lo que ocurrió con Bauby en La escafandra y la mariposa.
El síndrome del cautiverio, en definitiva, es un trastorno en el que la persona que lo sufre es capaz de recibir toda la información y los estímulos del exterior, pero no puede responder ante los mismos. La sensación es la de estar en una cárcel dentro del propio cuerpo, ya que no es posible ningún tipo de interacción externa.
Nadie sabe cómo puede encontrarse la persona que padece este síndrome, ni lo que piensa ni cómo se siente. La única fórmula es tratar de buscar un método de comunicación a partir del movimiento de los ojos o de los párpados. La sensación de enclaustramiento que padece la persona es pues más que evidente.